Descubre la Isla de San Simón

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HISTORIA DE LA ISLA DE SAN SIMÓN

 

La Isla de San Simón es mucho más que un paraíso en la Ría de Vigo. Su belleza natural se entrelaza con siglos de historia que han dejado en este pequeño archipiélago una huella profunda y diversa. A lo largo del tiempo, San Simón ha sido refugio espiritual de monjes y eremitas en la Edad Media, escenario de reformas religiosas y ataques piratas en la Edad Moderna, y espacio de control sanitario con el lazareto en pleno siglo XIX.

En el siglo XX, la isla vivió uno de sus capítulos más duros al convertirse en prisión durante la Guerra Civil Española, lo que la transformó en un lugar de memoria y resistencia. Hoy, recuperada y protegida, San Simón se ha convertido en un símbolo: un espacio cultural y de reflexión donde naturaleza, arte e historia conviven.

Visitarla es hacer un viaje en el tiempo, recorriendo las distintas etapas que han marcado su identidad y que explican por qué San Simón es conocida como “la isla de la memoria”.

 

 Edad Media

Las primeras referencias históricas a la isla de San Simón se remontan a la Edad Media, una época en la que este enclave comenzó a adquirir un profundo significado espiritual. En aquellos tiempos, la isla se convirtió en un lugar de retiro y recogimiento, elegido por eremitas que buscaban la soledad y el contacto con la naturaleza para dedicarse a la oración y la reflexión. Con el paso de los años, este carácter místico atrajo a diversas comunidades religiosas que levantaron ermitas y pequeñas construcciones, dando forma a un espacio consagrado a la vida espiritual.

El culto a San Simón y San Judas se fue consolidando, y la isla pasó a ser un punto de referencia para la devoción popular en la Ría de Vigo. Su fama trascendió el ámbito religioso para convertirse también en fuente de inspiración cultural. La belleza y el simbolismo de San Simón cautivaron a poetas y trovadores de la lírica galaico-portuguesa, entre ellos el célebre Mendinho, quien inmortalizó la isla en una de las más conocidas “Cantigas de amigo” del siglo XIII.

Esta etapa marcó el inicio de la estrecha relación entre la isla y el mundo de la espiritualidad, la poesía y la cultura gallega. Desde entonces, San Simón quedó asociada a la idea de refugio, inspiración y misticismo, una identidad que ha perdurado a lo largo de los siglos y que todavía hoy se percibe al recorrer sus senderos y contemplar su paisaje.

 

Edad Moderna

Durante la Edad Moderna, la isla de San Simón experimentó una etapa de profundas transformaciones que marcaron su destino. En el siglo XVI, concretamente en 1517, llegaron a la isla los frailes franciscanos de la reforma pascualina, quienes decidieron asentarse en este enclave privilegiado de la Ría de Vigo. Su llegada supuso el inicio de un nuevo período de esplendor espiritual y arquitectónico: restauraron la antigua ermita, construyeron una cisterna para garantizar el suministro de agua dulce y transformaron San Simón en un importante centro de retiro, oración y vida monástica.

Bajo la guía de los franciscanos, la isla se convirtió en un lugar de recogimiento y fe, atrayendo a peregrinos y visitantes que buscaban la calma y la espiritualidad en medio del paisaje marítimo gallego. Sin embargo, la paz no duró demasiado. La inestabilidad política y los conflictos bélicos de la época alcanzaron también este rincón de la ría.

A finales del siglo XVI, los ataques de corsarios y piratas se intensificaron en las costas gallegas. Entre ellos destacó el del temido Francis Drake, quien en 1589 asoló la Ría de Vigo durante una de sus expediciones. Su incursión provocó el abandono definitivo de los monjes franciscanos, que se vieron obligados a huir dejando atrás el monasterio y sus posesiones.

Tras su marcha, la isla entró en un período de abandono y ocupaciones esporádicas, alternando entre diferentes usos relacionados con el poder religioso y militar. A lo largo de los siglos XVII y XVIII, San Simón fue escenario de reocupaciones temporales, fortificaciones defensivas y proyectos de control marítimo, reflejo de la importancia estratégica del enclave en la Ría de Vigo.

Finalmente, en el siglo XIX, la isla volvió a cobrar protagonismo con un nuevo y decisivo papel que cambiaría su historia para siempre: se transformó en lazareto, un lugar destinado a la cuarentena y aislamiento de marineros y viajeros afectados por enfermedades infecciosas. Esta nueva función marcaría el inicio de una de las etapas más conocidas y trascendentales en la memoria de San Simón.

 

Edad Contemporánea

La llegada de la contemporaneidad marcó una etapa de profundos cambios para la isla de San Simón. En el año 1838, el gobierno decidió establecer allí un lazareto marítimo con el objetivo de aislar a los pasajeros y tripulaciones de los barcos que pudieran portar enfermedades contagiosas, como la fiebre amarilla o el cólera, que en aquel tiempo asolaban los puertos europeos. Durante varias décadas, la isla funcionó como un importante centro de control sanitario, dotado de infraestructuras específicas como muelles para el desembarco, pabellones para el aislamiento de los enfermos, viviendas para el personal médico y un pequeño cementerio destinado a quienes no lograban sobrevivir a las epidemias.

Esta función sanitaria marcó profundamente el paisaje y la memoria de San Simón, que pasó de ser un lugar de retiro espiritual a un espacio vinculado con la salud pública y la prevención de enfermedades. Sin embargo, los cambios políticos y sociales del siglo XX transformarían nuevamente su destino.

Con el estallido de la Guerra Civil Española, la isla fue convertida en una de las cárceles más duras del régimen franquista. Los antiguos edificios del lazareto fueron adaptados para albergar a miles de presos políticos, procedentes de distintos puntos de Galicia y del resto de España. Las condiciones eran extremadamente duras: el hambre, las enfermedades, las torturas y las ejecuciones marcaron esta etapa oscura de la historia de San Simón. Aquel periodo dejó una profunda huella de dolor y memoria que aún hoy se percibe en el silencio y la atmósfera del lugar.

Tras el cierre de la prisión y años de abandono, San Simón entró en una nueva fase de recuperación. La isla fue declarada Bien de Interés Cultural, lo que permitió su restauración y su reapertura como un espacio dedicado a la memoria, la cultura y la reflexión. Hoy, San Simón se presenta como un lugar de paz y belleza, un refugio natural que invita al recogimiento, pero también como un símbolo de la necesidad de mantener viva la memoria histórica. Cada visita a la isla es, al mismo tiempo, un homenaje a su pasado y una oportunidad para mirar hacia el futuro con respeto y conciencia.

 

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